Vacaciones... qué bien suena esta palabra... por si sola, pinta sonrisas en las caras de toda la humanidad... Cuánto ansiamos todos que llegue el verano para poner pies en polvorosa y huir del mundanal ruido del teléfono, de los gritos del jefe, del estrés y del agobio para pasar unos días de relax... o no...
Los que somos más organizados empezamos una o incluso dos semanas antes a hacer listas de cosas que nos vamos a llevar, con el pretexto de no olvidad nada... eso sí, al cabo de dos días la lista está llena de tachaduras o enmiendas porque donde decías que te ibas a llevar la camiseta X pones que te vas a llevar la Y... Acuérdate de imprimir las reservas, no sea que la líes parda y llegues a tu destino con una mano delante y otra detrás o aún peor, que ni siquiera te lleves los billetes de avión...
Cuando lo tenemos todo claro, es hora de hacer la maleta (en mi caso, a salto de mata por falta de tiempo). Cuidado que quepa todo, no te pases del peso y lleves la ropa adecuada, para no pasar frío ni calor... y si puede ser, que sobre espacio para los souvenir exóticos que te vas a traer (véase, el gondolero de plástico que brilla en la oscuridad o la flamenca para encima de la tele).
Y ahora... vayamos al aeropuerto y recemos porque los controladores aéreos nos muestren su caridad cristiana dejándonos abandonar el país y si puede ser, a la hora que toca...
Ya en nuestro destino, esperamos desconectar lo máximo posible y convivir en paz con las personas con las que nos vamos... pero surgen los roces de la convivencia. Uno quiere quedarse cual lagarto al sol todo el santo día y otro, que es hiperactivo, quiere estar todo el día haciendo y viendo cosas, arriba y abajo... se inicia un tira y afloja en el que en el mejor de los casos, todo queda en tablas con el famoso "ni para tí ni para mí", lo que significa "haremos lo que a mí me dé la gana"... Total, que con tal de no discutir, se acaba pasando por el aro...
Aún y así, benditas vacaciones!!!!
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